domingo, 11 de junio de 2023

 

De selvas, Luperca y “autosuicidios”

Por: abogado Nelson Hurtado O

 

 

Todos los caminos conducen a Roma.

Es un antiguo dicho que evoca la idea de que hay múltiples formas de llegar a un objetivo común. Sin embargo, al reflexionar sobre la supervivencia de un bebé de 11 meses en medio de la selva, me planteo si también contó con la suerte legendaria de Rómulo y Remo, quienes fueron amparados por la compasión de Luperca, la loba, en la tupida selva colombiana.

No puedo evitar sentir escepticismo frente a la alharaca de los derechos humanos en las "ruedas públicas de los negocios privados de la paz". Estas charlas solo generan frustración y miedo, ya que al final, lo que obtenemos es "pan sin levadura".

En el escenario que nos concierne, resulta inmoral incluso pretender ganar el favor popular en nombre de la paz, la democracia, la justicia y la anticorrupción, esta última la otra cara de la misma moneda y por lo tanto como aspiraciones se convierten en negocio corporativo, trust o monopolio ilegítimo que busca legitimarse mediante la paz.

Es igualmente inmoral la pretensión de obtener el "favor popular" mientras la paz tropical se convierte en la "normalización del estado de guerra". Esto se manifiesta en todos los ámbitos políticos, donde no hay espacio para la verdadera política, no por falta de receptores, sino por la manipulación y el control que unos ejercen sobre otros. Los ciudadanos se ven privados de su libertad individual y se someten a condiciones restrictivas que niegan el diálogo político constructivo y una auténtica participación ciudadana. No más el «Vosotros tenéis razón, pero votad al que está equivocado».

A Colombia le llegó la hora, porque nadie promete la transformación del "ESMAD escolar" ante la evidencia que la dignidad humana y el derecho, son flores exóticas en los jardines de los "cuarteles escolares".

Algunos, debido a su fe, descartaron que las furias de los huracanes del Caribe alcanzarían nuestras frágiles murallas democráticas. Pero debemos recordar que "buscar, obtener, producir y difundir información y conocimiento es al espíritu del hombre lo que el aire a sus pulmones". No podemos ignorar el hecho de que los medios de comunicación también han cedido su voz a los enemigos de la verdad. No nos encontramos en la "guerra fría" bajo un "equilibrio de una paz beligerante"; estamos en un punto de desequilibrio en el que el Estado entrega la República en concesiones masivas de bienes públicos, derechos y deberes de la paz, como “franquicias de guerra” con enormes beneficios económicos y políticos para sus “empresarios”, en un ciclo interminable de renovabilidad.

Recientemente, un humilde tendero, de esos que sirven "tinto de olleta", me dijo: "No hay armas más letales contra la República que las leyes, que siendo leyes, no son suyas". Estas palabras me recordaron a Santander, y me pregunto si él estuvo y murió equivocado en cuanto al plausible destino que le señaló a los colombianos.

En conclusión, la ordalía, ese proceso extremo al que hemos sido sometidos, ha cumplido su finalidad: ha sido un "autosuicidio".

Hemos caído en nuestras propias trampas y hemos permitido que la manipulación y el control nos arrastren hacia nuestro propio deterioro.

En medio de esta situación, es fundamental reflexionar sobre nuestras acciones y buscar soluciones efectivas. No podemos permitir que la corrupción y los intereses privados se interpongan en el camino hacia una verdadera paz y justicia. Debemos romper con el ciclo vicioso de los negocios disfrazados de actos benéficos para la sociedad y mucho menos en el tiempo presente cuando las acciones de guerra superan con creces las de la paz, por lo que no es comezón hablar mal de ella como le reseñó H. Eco en su expresión de “No obstante, en este caso no sólo he de hablar mal de la guerra, sino también de la paz. Espero que me escuchen con indulgencia”.

Es crucial recordar que el verdadero poder reside en la participación ciudadana y en el ejercicio pleno de nuestros derechos individuales. Debemos reclamar nuestro derecho a un diálogo político constructivo y a la libertad de expresión, para poder forjar un futuro basado en la igualdad, la justicia, la coherencia/honradez. No es necesario siquiera plantearlo en términos de la controversia Habermass-Luhmann: «Uno retira al borde del plato las patatas me­dio cocidas, ¡y el ama de casa comprende!». Es sentido y valor humano.

Es hora de que despertemos de nuestra abducción y asumamos la responsabilidad de construir una sociedad donde la voz de cada ciudadano sea escuchada y respetada. No podemos permitir que las leyes se conviertan en armas en contra de nuestra patria. Necesitamos leyes que realmente representen los valores y aspiraciones de todos los ciudadanos, que sean justas y equitativas en su aplicación. La personalidad radical y la voluntad de erradicación y avasallamiento personal, político, económico como tributos a la “tara ideológica de la piara” no han de dar al traste con la República.

El camino hacia una verdadera paz no ha sido, no es, ni será fácil, de lo que da cuenta la historia de la humanidad, pero debemos recordar que la historia está llena de ejemplos de superación y cambio. No es ser Santanderista aprender de aquellos líderes que lucharon por la vida, la libertad, la justicia y la paz y buscar inspiración en su coraje, valentía y determinación.

No podemos permitir que la ordalía “normalice el juicio” del “autosuicidio de la República” y de todo lo que en ella se mueve como nuestro destino final. Debemos unirnos como sociedad, cuestionar las injusticias y trabajar juntos para construir un futuro mejor. Solo así podremos romper con el ciclo de autodestrucción y construir un país donde la paz y la justicia sean una realidad para todos.

No podemos permitir que los “trust de intereses criminales público-privados” entre ellos la vaca de doble propósito: “la corrupción-anticorrupción” dominen sobre los principios, valores y fines que como sociedad democrática defendemos. Es hora de participar activamente y construir la unidad de la Nación de un solo pueblo: el pueblo de todos los colombianos para cerrar la fractura que las “obsesiones radicales del enfermizo poder” han abierto para separar al soberano de la República.

¿Alguien puede "ponderar" la voluntad real de paz de quienes tienen las riendas de la industria de la guerra, cuyas "fallas de su mercado" se solucionan con un "Estado más pequeño, desregularizador, débil y con síndrome de Estocolmo"?

Colombia tiene la posibilidad y la obligación de enderezar su torcido rumbo y nada más preciso para lograrlo desde la libertad que escoger la opción más plausible desde la enseñanza de G. Marañon "El camino más corto para llegar al poder, es el recto".

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