lunes, 2 de abril de 2012

¡ABOGADOS EN ALQUILER!

¡Abogados en alquiler!
Por Nelson Hurtado O.

El artículo 26 de la Constitución Política consagra el derecho fundamental a escoger y ejercer con libertad, arte, profesión u oficio y en armonía con el artículo 25 como derecho fundamental al trabajo.

En su blog del pasado domingo, el señor matemático, que funge de gobernador de Antioquia, Sergio Fajardo, a propósito de tratar el tema de la corrupción en la contratación de obras públicas, asesta mandoble a la libertad de ejercer la profesión de abogado, afirmando que los corruptos, “…alquilan abogados muy sagaces…”, para asegurar el producto de sus tropelías y desafueros.

Si vamos al diccionario de la RAE, 22ª edición on line, encontramos como acepciones aplicables a sagaz, las siguientes:

Sagaz: adj. Astuto y prudente, que prevé y previene las cosas.

Astuto: adj. Agudo, hábil para engañar o evitar el engaño o para lograr artificiosamente cualquier fin.

Prudente: 1. adj. Que tiene prudencia y actúa con moderación y cautela.

Prudencia: (Del lat. prudentĭa). 1. f. Templanza, cautela, moderación. 2. f. Sensatez, buen juicio. 3. f. Rel. Una de las cuatro virtudes cardinales, que consiste en discernir y distinguir lo que es bueno o malo, para seguirlo o huir de ello.

En el anterior contexto, el juicio del matemático Fajardo, es claramente comprensible desde el dicho que reza: “el que se las imagina, es porque las hace” y a punto con lo de “…alquilan abogados sagaces…”, bastante conocimiento de ello debe tener.

Ser abogado sagaz, no es solamente: astuto… agudo, hábil para engañar o evitar el engaño o para lograr artificiosamente cualquier fin, como lo denota el DRAE.

Ser abogado sagaz, es ser: prudente, que prevé y previene las cosas, que tiene templanza, cautela, moderación, sensatez, buen juicio, que es una de las cuatro virtudes cardinales.

Abogados sagaces y a pesar de la falibilidad humana, lo son: fiscales, jueces y magistrados, de tal manera que el juicio que el señor Fajardo lanza a los cuatro vientos, y que ha llegado al universo entero a través de su blog en la red, también involucra a la rama judicial, a la administración de justicia.

Alquilar abogados sagaces, es decir: astutos… agudos, hábiles para engañar o evitar el engaño o para lograr artificiosamente cualquier fin, como lo denota el DRAE, implica necesariamente que además de alquilar profesionales del derecho, en ejercicio independiente de su profesión, también se alquilan personeros, procurador, fiscales, jueces y magistrados y por una razón simple: las causas judiciales que atienden los abogados en ejercicio, bien como apoderados del demandante o del demandado o como defensores en procesos penales, finalmente son decididas por abogados que ejercen como personeros, procuradores, fiscales, jueces y magistrados, de tal manera que, si el abogado sagaz que actúa como apoderado o defensor, obtiene una decisión favorable a los intereses del usuario que representa en juicio, pero contraria al derecho y a la ley, es porque, fuera de los casos de error jurisdiccional, la providencia o la sentencia, la ha emitido un personero, procurador, fiscal, un juez o un magistrado, alquilados a la corrupción, que parece conocer tan a fondo el señor Fajardo. No hay excusa, ni se trata de un simple lapsus linguae.

Y ello es así, por cuanto la providencia o sentencia de procurador, personero, fiscal, juez o magistrado, no es una mera subsunción de los hechos del pasado, en una norma legal, es una tarea cognitiva, que solo puede obtenerse desde el acto de conocimiento denominado comprensión y bajo la lógica jurídica del deber ser y no desde las meras ecuaciones matemáticas, ni de la limitada lógica formal de las ciencias duras y menos desde “principios morales particulares”, auto valorados como únicos y buenos referentes, sobre el bien y el mal y para la sociedad entera.

Para favorecer la corrupción desde la administración de justicia, a tono con el juicio del señor Fajardo, no basta alquilar abogados sagaces, también hay que alquilar personeros, procuradores, fiscales, jueces y magistrados sagaces, es decir astutos, hábiles para engañar, imprudentes.

Olvidó el señor Fajardo, que cada ciudadano tiene no solo la obligación de comparecer en juicio, sino que además tiene el derecho a ser oído, juzgado, absuelto o vencido en juicio, con la observancia plena de las formas y con la plena y eficaz garantía de respeto a sus derechos, como el debido proceso, el de defensa, la presunción de inocencia, el de permanecer callado y de no autoincriminación, a presentar y controvertir pruebas, etc.

Dejó de lado el señor Fajardo que cada abogado en ejercicio, desde la  Constitución y las leyes, es libre de ejercer su profesión, sin más limitaciones que las que la misma Constitución y las mismas leyes imponen y conforme a unos contenidos éticos profesionales; relegó el señor Fajardo que, aun a los criminales, en algunos casos, hay que designarles defensor de oficio o a los pobres de solemnidad, dispensarles el amparo de pobreza.

De tal manera grave el juicio del señor Fajardo, pues desde dicho juicio, ahora, un abogado sagaz, porque es: prudente, que prevé y previene las cosas, que tiene prudencia y actúa con moderación y cautela, que tiene templanza, moderación, sensatez, buen juicio, que ha templado su alma de advocatus, desde el estudio del derecho y de la ley, no solo se le prohíbe, desde la “censura moral” del señor Fajardo, ejercer su profesión con libertad, en diversas causas y en favor de diferentes usuarios de sus servicios, sino que de llegar a hacerlo en eventos de corrupción pública, deviene como actor principal de la misma y lo más grave alquilado a la corrupción, que en casos de juicios, dicho alquiler se extiende a personeros, procurador, fiscales, jueces y magistrados, de tal manera que cuando un fiscal, juez o magistrado, profieran una providencia o sentencia de absolución, en casos de corrupción, por ejemplo por aplicación del in dubio pro reo, ausencia de la plena prueba requerida para condenar, etc., entonces como la sentencia no es de condena, ni al gusto, ni a las medidas, -matemáticas del señor fajardo-, la misma se habrá proferido gracias al alquiler de abogados sagaces: apoderados, defensores, personeros, procuradores, fiscales, jueces y magistrados.

¿Hacia dónde se dirige el señor Fajardo o sobre qué previene, no propiamente con sagacidad, como prudencia y sensatez?

Pero, además de lo anterior, nada extraña que el señor Fajardo diga que los abogados se alquilan. Como ser humano, como ciudadano, como abogado, tengo claro que uno puede tomar en alquiler cosas, bienes, como un andamio, una escalera, una volqueta, una retroexcavadora, una pica, una pala, etc., pero nunca jamás seres humanos, ni profesionales y creo que aquí el señor Fajardo, no se saltó las cercas de la mera decencia y la tolerancia, sino que se saltó el umbral de la dignidad humana y de la dignidad profesional y de la dignidad de la administración de justicia y del respeto debidos a la Constitución y a las leyes, al buen nombre, pues su sentencia es clara: son iguales de corruptores y corruptos los abogados que se alquilan…., no importa que lo hagan en ejercicio de su profesión y en cumplimiento de sus deberes profesionales y conforme a la Constitución y a las leyes, como abogados independientes o bien como personeros, procuradores, fiscales, jueces y magistrados.

Parece que el señor Fajardo sigue insistiendo en que sus deberes funcionales le permiten reemplazar a las demás autoridades públicas legítimamente constituidas y “construir”, desde todos los “medios” (que: “… justifiquen el fin…”)* formas y procedimientos propios, desde su concepción subjetiva y confusa entre sus propios “deberes morales”, que intenta imponer sobre los deberes legales y funcionales, desde lo que pretende legitimar, al auto concederse licencia, para omitir acudir ante dichas autoridades y cumplir con su deber funcional y legal de denunciar.

Doloroso señor Fajardo, tener que repetirlo, pero, “Hasta la meretrices tienen su dignidad y por el hecho de que unas lo sean, no todas las damas lo son”. Parece señor Fajardo que usted está ante un nuevo dilema existencial: ¡to be shrewd or not to be shrewd! (Ser astuto o no ser astuto), que por lo menos considero como abogado, indiciario de una crisis profunda de liderazgo y sobre todo de gobernabilidad. Se agotó el discurso y se desvanecen los nubarrones “argumentativos”. Al fin y al cabo su juicio es como la falacia: “Se vende escritorio antiguo para dama distinguida de patas curvas y gavetas anchas”
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*Discurso de posesión de Sergio Fajardo: “…no será el fin el que justifique los medios; serán los medios los que justifiquen el fin”. (Subraya fuera de texto).¿Cuáles medios? ¿Teleantioquia, RCN, Caracol, Semana, Tv y Novelas...?


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