Por: Nelson Hurtado Obando
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@abogadohurtado
La
conversión del ser humano en medio.
Hace varios años, luego
de mucho trajinar en la vida y de leer, interpretar, comprender y volver una y
otra vez sobre diversos textos y en distintos contextos, de hurgar en el alma
de las palabras, escritas y orales y en los lenguajes gestuales, en las
imágenes, etc., y a manera de síntesis, pude plantear y/o explicar, aún
imperfectamente, cómo y porque la democracia renaciente en américa latina, se
desdibuja, ya no bajo las arengas y los jingles de los caudillos que en su
suelo han pululado, sino ahora, en el que he llamado el discurso de la pobreza, pero en boca de algunos venidos como neo
dirigentes políticos, autodefinidos
como rotura, fractura y entierro del pasado lejano y reciente, como dechados de
virtud, sabiduría e inteligencia y blasones de lo pulquérrimo y lo impoluto,
honra y prez del bien común y de la democracia.
Igualmente he dicho que
en américa latina, los extremos que tanto se han rozado empezaron a juntarse,
más propiamente a arrejuntarse, lo que me ha posibilitado sostener que la forma
de gobierno del Estado, es hoy, más un híbrido conmutativo, desde los términos
de la relación conceptual: capitalismo-socialistoide-comunistoide,
o de otra manera, una manguala entre capitalistas
(capital, medios de producción, dinero, economía, mercado, medios de
comunicación) y las élites de la dictadura proletaria y la dictadura
proletaria misma.
Las anteriores
precisiones, porque he empezado a ver en algunos medios, un uso de esas
síntesis, bajo las rúbricas de prestantes personajes y simplemente no es justo,
que en la pluma de ellos, dejen de ser babosadas y menos cuando ningún esfuerzo
de investigación y argumentativo les ha costado. Siempre he agradecido y
reconocido, como debe ser, los apoyos cognoscitivos que me han brindado las
obras de profundos estudiosos.
Así me referiré a: los
pobres, en el contexto del discurso de la pobreza.
He sostenido y sostengo,
que el advenimiento del Estado Social de Derecho, democrático y participativo,
se frustró, al sucumbir ante una economía de mercado global, que lo secuestró y
lo conminó, no al "laissez faire, laissez passer" de los franceses, sino a algo más terrible: a no hacer y dejar pasar.
A no hacer: sino el mínimo intervencionismo y regulación jurídico
legal en la economía; a dejar de cumplir funciones esenciales,
institucionalmente a cargo del Estado, tales como: salud, educación, servicios
públicos, vivienda, infraestructura, comunicaciones, justicia, pero sí a mantener
y garantizar, seguridad personal y seguridad y estabilidad jurídica, etc.
A dejar pasar: mediante el derrumbamiento de las fronteras comerciales
nacionales, la desregulación tributaria, de toda suerte de bienes y servicios
venidos de las más lejanas naciones y sobre todo, la apertura al gran capital transnacional (inversores),
desde el supuesto de dinamizar el crecimiento de la economía nacional, hasta
ponerla a tono con los grandes jugadores del mercado mundial, es decir, para
dejar de ser una economía de empanadas de parroquia y pasar a ser eficiente y
competitiva globalmente, en lo cual se cifró el retroceso de la pobreza, del
hambre y la exclusión social.
Anexo a ello se precisa
del Estado, de una mayor cobertura educativa, por competencias, básicamente de
expertos y técnicos y de “obligar” por decreto un proceso de: creación, innovación, emprendimiento,
empresarismo, básicamente dirigido a suplir las necesidades de los procesos
productivos de la gran industria y el sector de servicios, tarea en la cual, de
manera exótica, sólo unos pocos innovadores y emprendedores, podrán hacerse
empresarios.
El modelo cobró sus
primeras víctimas: la eliminación de subsidios estatales a muchos bienes y
servicios y lo peor, el recorte o purga de la nómina o burocracia oficial, que
se intenta paliar con las TIC y con la tesis económica de Romer, sobre el
“mercado de las ideas.” El Estado redujo su tamaño, desde lo funcional y desde
lo administrativo y operativo. No podía el Estado seguir proveyendo bienes y
servicios, bajo las condiciones del mercado y así aparece la tercerización
laboral, las concesiones, las APP, las fusiones, las liquidaciones de empresas
descentralizadas y la prestación de servicios públicos esenciales, por el
sector privado, en Estados nacionales carentes de leyes antimonopolio.
Todo se hizo y se
continúa haciendo, desde la opinión generalizada de que en manos del sector
privado, hay más eficiencia y más competitividad, menos corrupción y que las
políticas tributarias del Estado, no sólo garantizarán el flujo de recursos
fiscales que necesita para su sostenimiento y para la inversión social, quedando como contraprestación y a cargo del
sector privado, el mantener constante el crecimiento de la economía y de manera
especial, la generación de empleo de calidad y estable.
Conocemos que a niveles
regionales, nacionales y locales, se ha incrementado el número de desempleados,
sobre todo de jóvenes profesionales, las cifras de desescolarización, de no cobertura y no
acceso a los servicios de salud, de desconectados de servicios públicos básicos
domiciliarios, de vivienda, hasta para la clase media y de inseguridad
alimentaria, etc.
¿Dónde están y que rol cumplen los pobres, en el
discurso de la pobreza?
También lo he dicho, que es
justamente la ubicación de los pobres, en
el discurso de la pobreza, lo que quizás ha marcado con mayor rigor, la
desfiguración de la democracia y del Estado Social de Derecho democrático y
participativo, en américa latina.
Los pobres, en el
discurso de la pobreza, no son más que un recurso retórico, un comodín, hacia
esa hibridación del Estado, pero sumamente importante, en tanto representan el
anhelado “capital político-electoral”,
de los políticos de nuevo cuño o del nuevo empresarismo
electoral, al que son su más valiosa “materia
prima”.
Así, en el discurso de la
pobreza, los pobres, son arrastrados a su reivindicación, son llevados a las
urnas, como a consolidar, como nunca antes lo hizo posible la vieja clase
política, la especie sui géneris de la nueva dictadura proletaria. Los pobres,(seres humanos, personas,
ciudadanos y no ciudadanos) en el discurso de la pobreza, han sido convertidos
en un medio, lo que además explica la frase de un gobernante criollo, acerca de
que en su mandato “serán los medios, los
que justifiquen el fin.”
La tramoya es simple;
basta al discurso de la pobreza, aseverar entre otras cosas que: los dineros públicos son sagrados,
(aunque el gobernante sea ateo y excepto que la divinidad misma sea el dinero
público y privado) y destinados a servir al bien común, a la utilidad general,
identificados y destinados prioritariamente a “redimir” a los sectores menos
favorecidos de una ciudad, una región o un país, a través de la pomposamente
denominada, inversión social, a
través de la cual llegan a esos sectores: infraestructuras de servicios
públicos domiciliarios, internet, vías, asfalto y cemento, escuelas, servicios
primarios de salud, espacios públicos, hasta mejoramiento de viviendas, becas,
acceso directo y gratuito a la universidad, fondos económicos para promoción y
apoyo de la creación, la innovación, el emprendimiento y el empresarismo,
presupuesto participativo, suministro de raciones alimentarias, etc., pero
también…corte y desconexión de servicios públicos por no pago, jurisdicción
coactiva por no pago de impuesto predial, procesos de restitución de inmuebles
por no pago de cánones de arrendamiento, desescolarización, incremento del
número de jóvenes desempleados de nivel técnico, tecnológico y profesional y
personas de mayor edad, de clase media a las que cada día se les dificulta más
y más el acceso a la pensión.
Es decir, que en el
discurso de la pobreza, todo está destinado a que los pobres, como en una
especie de “Cinta de Möbius”, sean ellos mismos los reproductores de la pobreza
y de los pobres, que permiten cierto relevo cíclico del que darán cuenta las
estadísticas empíricas oficiales, bajo los eufemismos de: indicadores de
producto, indicadores de resultado y en casos más aberrantes, desde la “Tiranía
de los promedios”.
Las propiedades
matemáticas de esta “cinta de Möbius”
política o electoral, tienden en
consecuencia, no sólo a la reproducción
de la pobreza, sino a reproducir y mantener inalteradas las condiciones de
relevo cíclico, desde las cuales el discurso de la pobreza pervive inalterado e
imperturbable, lo que asegura que la nueva
dictadura del proletariado, más que
fiel, permanecerá cautiva, en tanto como dictadura proletaria, tendrá el
suficiente teflón, de naturaleza democrática, para emitir los suficientes votos
o sufragios, en “elecciones libres”, para mantener en movimiento la “cinta de Möbius” política, a través de
la cual, la cúpula del proceso, podrá retener de manera “legítima” y legal, el
verdadero poder de decisión, de control y de reparto, mismo que se blinda y
consolida, con toda la parafernalia disponible, sobre todo a través de: foros,
asambleas barriales y numerosos eventos de “elecciones populares” y de toda la
red mediática disponible, a través de la cual, la prestación o atención de
servicios o la producción de bienes, a cargo del Estado, dejan de ser fines
Constitucionales y legales, deberes funcionales, para convertirlos en “imagen”,
a través de la cual se envía el mensaje, respecto a que su ejecución o
prestación, es la obra, personal, carismática, mesiánica, redentora, del
gobernante de turno y de su programa político de gobierno, justiciero, con lo
cual se asegura a futuro, fundamentalmente o la reelección o la elección
del previamente escogido sucesor. Así se incorporan al discurso democrático, a la economía de mercado, a la política y a la
conformación del gobierno del Estado, el
discurso de la pobreza, la dictadura
proletaria, pero esencialmente los votos
o sufragios de los pobres, para consolidar el mesianismo o redentorismo,
que finalmente no precisará tanto de votos, como de DEVOTOS, para consolidar la
supresión de la crítica y la suplantación de los principios, valores y fines
del Estado, por una práctica de gobierno de beneficencia y asistencialismo,
ante la cual sucumbe Kant y el hombre termina siendo un medio.
Se percibe finalmente,
que los regímenes socialistas y comunistas, han colapsado en el mundo, pero
igualmente es claro que su discurso, de manera “innovadora”, se ha incorporado
al proceso de formación, administración y gobierno del Estado Social de Derecho
y de su institucionalidad, en cuya mesa tienen asiento, por consenso, transacción
o pacto, actores de las más diversas y hasta contradictorias élites del
poder económico y político. Es como un
contubernio político, transaccional, entre los extremos que siempre rozaron,
ahora arrejuntados, dispuestos a concederse mutuamente los beneficios de la
economía de mercado y del poder político, pero esencialmente seguridad: personal,
jurídica y de reparto.
A tal punto hemos llegado
en este proceso, que existen documentos escritos, por ejemplo: actas de
corporaciones públicas, de elección popular y democrática, donde muchos
corporados, sin ningún empacho y de manera abierta y aun en contra de sus
ideologías o doctrinas partidistas y si se quiere religiosas, apelan a un sui
géneris discurso de “lucha de clases”,
entre barrios o comunas de una misma ciudad, llegando al exceso de estigmatizar
como “Ricos”, a personas, ciudadanos habitantes de una comuna, que actualmente,
con gran dificultad se mantienen en los niveles económicos de la clase media, que es al final de
cuentas, el sector poblacional que resulta doblemente sacrificado, desde lo
económico y lo político.
******
CODA. Terminado y publicado este artículo, conocemos artículo de prensa que
refiere la importancia del foro del BID celebrado en Medellín, el cual me
reconforta moralmente, en tanto más explícito, trata a los pobres, como la
“base de la pirámide social”, como meros consumidores, como un nicho de mercado
más, donde hacer negocios.
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