Liberales, pero
jamás terroristas.
Por: Nelson
Hurtado O.
Me enseñó mi primer mentor
político, que: “para ser político en Colombia, había que tener estómago de
gallinazo” y que como en la canción, en “política no se puede decir todo lo que
se piensa, ni se piensa todo lo que se dice”.
Evidentemente soy de otra
generación, pertenezco a aquellas generaciones de colombianos perdidas, por la
carencia de una carta de recomendación para un empleo público, cuando el Estado
era el mayor empleador o para el ingreso a la Universidad pública o algunas
privadas, cuando los cupos eran ocupados antes por las recomendaciones de
gobernantes y dirigentes políticos, que por la valuación de aptitudes afines
con la profesión a la que se aspiraba uno a formarse o por la carencia de una
beca o subsidio desde fondos educativos que constituían las entidades
territoriales o por la imposibilidad de acceder al “icetex”, ante la imposibilidad
de conseguir un fiador y ante la carencia de capacidad pago del educando y de
su familia.
Ni como colombianos, ni como
ciudadanos, ni como liberales tuvimos universidad pública y nos tocó
universidad privada, sin carro particular y nos tocó combinar la jornada
académica con la pesada jornada de trabajo, sin contar que para entonces no
tuvimos ley que nos protegiera del acoso laboral, planteado por el burócrata de
turno, escaso bachiller, en términos de “estudia o trabaja”. Los créditos
bancarios y las tarjetas de crédito gracias a Dios nunca estuvieron a nuestro
alcance; la Anticuaria de Ayacucho, la biblioteca pública piloto, aún no habían
sido suplantadas por el “rincón del vago”, ni por los escribidores de resúmenes
y tesis de grado; el Quijote de la Mancha, la Carta de Jamaica del Libertador,
la poesía de Silva, ni la de Olga Elena Mattei, habían sido sepultadas por el
éxito editorial de las “medias veladas de virginia” o el best seller “cómo
hacerse rico sin el menor esfuerzo y sin trabajar”. Esos fuimos y somos los
liberales, sin contar que sufrimos más la persecución de los propios, a lo que
sirvió en no pocas veces el aprecio sincero de algún buen prójimo godo, de
quienes decían los abuelos que “no había trago malo, ni godo bueno”, pero que
era eso, sólo un decir. No tuvimos tiquete estudiantil y no nos libramos del
servicio militar, ni nos pagaban por votar.
Por eso echamos callo y nos
construimos como liberales y como verdaderos ciudadanos, algunas porquerías
jamás estuvieron en el proceso de libre desarrollo de nuestras personalidades,
eso sí, cuando íbamos de campaña a los pueblos, desayúnabamos con candela, con
el infaltable aguardiente antioqueño, del cual decía mi abuelo que mataba las
lombrices y agradecido exclamaba se “acaba de orinar un ángel en mi boca”, no
sufríamos de agotamiento y no precisábamos de “energizantes” y para el
cansancio cerebral solo valía el pinchazo de una abeja; no nos traumó la
“muenda de correa” de papá por algún acto de indisciplina en la escuela, no
tuvimos a favor la tutela y no sabía uno si era una tortura o un acto de bondad
que cada año fuera al pueblo el odontólogo oficial y procediera a extraer la
muela, carecimos los liberales de las generaciones perdidas de la “elegante
ferretería dental”, el Niño Dios, no nos traía bicicletas y la o las primeras
novias, las conquistábamos de puros putas que fuimos y con los bolsillos
vaciados, pero tejíamos versos, llevábamos serenatas, enviábamos flores.
Cedíamos el andén y el puesto en el bus, siempre reconocimos edad, dignidad y
gobierno.
No obstante, como yo y de lo
cual soy testigo, muchos jóvenes de mi época, vitales, inconformes,
contestatarios, pero profundamente demócratas y si se quiere desde el catecismo
del padre Astete, aprendimos y aprehendimos y vivimos y luchamos y construimos en las veredas perdidas en los
lomos altos de las montañas o en las profundas cañadas de la Patria: comunidad,
bien común, civilidad, solidaridad, mucho antes de que tuviera que ser mandato
constitucional. Íbamos para entonces a pie y en la más afortunada ocasión en
bestias “cargaleña”, hasta que como liberales solo nos quedó callo en el culo!
Y nos formamos no solo como
liberales, amantes de la libertad, sino como seremos humanos, que así fuésemos
creativos para la “ofensa” bajo el calor de una campaña electoral, hábiles para
caricaturizar, nunca, nunca optamos por la fuerza para demoler al contradictor
político, porque además, el Maestro de la escuela, nos había formado en la
civilidad, en el temor a Dios y en el respeto a nuestros semejantes, desde el
principal reconocimiento de que también éramos imperfectos y que la verdad es
inasible y que la diferencia era justamente el motor del progreso de la
civilización humana. Nuestras batallas eran para entonces argumentativas y eso
que carecíamos del flujo de información de que disponen las actuales
generaciones. Emocionante escuchar a “merejo” en sus “ofensas” contra los
liberales, citar pasajes enteros del Fausto de Goethe o descendernos a los
mismísimos infiernos con Dante Alighieri o impávido sentenciar que en el
recinto del concejo se “encuentra reunida la fauna….”(menciona un pueblo) y
todo seguía normal, a la semana siguiente nos acompañaba o se pegaba a la
comisión de plañideras que como un éxito total, había conseguido una cita en la
capital, para hablar con el gobernador de turno o el senador, representante o
diputado de moda y mucho mayor era el éxito cuando se conseguía el nombramiento
de una maestra para la escuela de lejana vereda, el nombramiento de un médico,
el auxilio para la construcción de un acueducto veredal, de una escuela, de un
puesto de salud y mayor la emoción cuando se inauguraban y asistía con calle de
honor y todo el gobernador o el Ministro a inaugurar el hospital nuevo o la
carretera veredal.
En mi caso, que es el de
muchos jóvenes de las generaciones que perdió la República, nos formamos unos
bajo la malicia indígena y el olfato político de un grande como Bernardo Guerra
y otros nos formamos en la escuela de un William Jaramillo Gómez,
contestatario, vehemente, pero ante todo profundamente humanista, civilista,
demócrata, malgeniado, pero por sobre todo Ciudadano respetuoso de la Ley, las
Instituciones y las Autoridades de la Patria; al lado de él, hombres públicos
tan decentes, que decíamos que eran unas damas, como Evelio Ramírez Martínez,
Don Gabriel Fernández Santamaría, Benedicto Uribe, Luis Guillermo Vélez
Trujillo y otra extensa lista de jóvenes promisorios, reserva del Partido,
reserva de la democracia, pero ante todo reservas de Patria y civilidad.
Todo ha quedado atrás! Hoy, no
le pertenecemos al Partido, ni éste nos pertenece y muy a pesar de la presencia
de jóvenes en su dirección, el partido liberal, en lo que queda, sigue
manteniendo una organización de “cúspides”, pero no de bases; el partido
liberal a través de su discurso, ajeno a su filosofía y a su ideario, no
contribuye a formar comunidad democrática, el partido liberal por más
convenciones que haga, a las que he asistido por derecho propio según sus
estatutos, sigue haciendo “convenciones con VOZ, pero sin VOTO”, en tanto luego
de kilométricos discursos se termina por otorgar “plenas facultades”, por
antidemocráticos “aplausos cerrados”, que más parecen ovaciones a toreros. Si
sentimos orgullo en algún momento de disentir del Dr. Guerra y de saborear el
placer de fundar disidencias dentro del partido liberal y de obtener mayorías
en nuestros concejos de apartados municipios, era la resignificación de que el
cambio podía venir de manera civilizada y era un orgullo, pues sentíamos que el
derecho a disentir y si se quiere al libre examen, encontraban realización
práctica. En esa perspectiva, años más tarde, vimos en Alvaro Uribe Vélez, el
más claro prospecto de renovación liberal y allí estuvimos, hasta que eligió
rumbos distintos a los del Partido Liberal, entendibles por su sagacidad política,
pues con alta probabilidad, el Partido Liberal,(su estructura directiva) jamás le
habría permitido ni siquiera ser ungido como candidato a la Presidencia de la
República.
Y a la par que la nueva
institucionalidad de la Patria se organizaba desde la base hacia la cúspide,
con la elección popular de alcaldes, el partido liberal mantuvo su organización
contraria, de arriba hacia abajo, de
órdenes y mandatos y mandados, mientras cada municipio se amontonaba en amorfas
organizaciones locales de tipo “cívico”, que quizás curaron el priurito de los
paros cívicos y las virulentas demandas que se hacían a los poderes centrales,
con las transferencias de competencias y de algunos recursos a la entidad
municipal, pero sobre todo, con la traslación a cada comunidad local de la más
grave y pesada responsabilidad: Ser auto generadores de su propio progreso, de
su propio desarrollo. Y volaron a la m…las jefaturas del partido,
departamentales y municipales y los diputados, representantes a la Cámara y
Senadores, ya no se les invitaba, tuvieron que empezar a buscar ser recibidos
en las comunidades locales, las reglas del juego eran otras y la lucha por los
SUFRAGIOS al mejor estilo de Beccaria, se volvió cosa de solucionar con dinero.
Ya no fue nunca más la Patria, el Partido, las Instituciones, las dignidades,
la civilidad, el bien común, la democracia, las que guiaron ni la formación, ni
el ejercicio del gobierno. Escuché aspirantes al Congreso, mendicando un
sufragio, en aras de ser elegidos, para completar el tiempo para la jubilación,
qué desvergüenza! Pero ese fue el principio, de lo que ahora tenemos: la
imposición de las “agendas privadas”, sobre las “agendas públicas”, en el
estribillo de: “desde nuestros principios, nuestras convicciones, nuestros deberes, nuestros sueños, nuestras
visiones…bla, bla, bla”, en lo que como lo he dicho desde hace muchos años
atrás, anida una especie de subversión
igual o más dañina y más perversa que la armada que ejercen las FARC, a
mansalva y con sus cilindros bomba y que no es otra que la CORRUPCION
rampante que nos agobia. Y es que la corrupción, no solo es apoderamiento
ilegítimo e ilícito de los bienes públicos, corrupción es la captura de las
funciones públicas, de las decisiones públicas, corrupción es proferir
decisiones administrativas contrarias al ordenamiento jurídico y de
favorecimiento a individuos o grupos y en todo caso, decisiones que NO REALIZAN
el BIEN COMUN o la UTILIDAD PÚBLICA o el INTERÉS SOCIAL.
Desde la anterior remembranza
y desde el “Réquiem por los partidos”, que visionariamente escribió en EL
TIEMPO y mucho antes de tiempo, el Dr. Alfonso López M.; desde las escuelitas
que ayudamos a construir en las lejanas veredas a las que llegábamos para
enseñar el CREDO del PARTIDO, de la PATRIA, de la CIVILIDAD, de la DEMOCRACIA,
pero sobre todo por el reencuentro de nuestros conciudadanos y compatriotas más
desconocidos, es por lo que debo decirle con todo respeto al señor Campuzano,
concejal de Medellín, que SOY LIBERAL y CIUDADANO,CIVILISTA, DEMOCRATA,
doblemente SOLIDARIO, desde el principio jurídico y desde mi fe cristiana, si
se quiere semejante a los liberales de Rionegro, como decíamos y que ni yo, ni
ninguno de quienes conozco como liberales, pertenecientes a esas generaciones
perdidas, más precisamente como lo he dicho, generaciones del estado de sitio,
que vivimos la política además como arte de servir, no de ser servidos y como
un claro y diario ejercicio de la inteligencia, como racionalidad, que NO
FUIMOS, NI SOMOS unos TERRORISTAS. Tal vez su afirmación es, justa y exactamente,
la dimensión de la seudo-política, de la inexistencia de PARTIDOS POLITICOS,
inmanentes a la democracia, que es vacío e incoherencia en el que solo pueden
existir sus practicantes, por una razón simple: la PRENSA, la RADIO, la
TELEVISION, el INTERNET y sus redes “sociales” y desde el escritorio, NO FORMAN
CALLO, que es como el pre grado de CIUDADANO, BUEN PROJIMO, DEMOCRATA, BIEN
COMUN, existencia en coexistencia y no mera existencia de individuos-solitarios
y además virtuales. La comunidad es eso: EXISTENCIA en COEXISTENCIA y no
imagenología, que en materia de políticos, ni siquiera nos brinda las bondades
de los rayos x.
Sobran las razones para quizás
decir que tenemos CANSANCIO DE CIUDADANOS, de LIBERALES, más no, porque mantenemos la fe
viva y la esperanza de una Patria más justa y amable, especialmente para las
nuevas generaciones.
No soy quien para darle
consejos, pero si soy un hombre de bien, ciudadano, LIBERAL, para exigirle
respeto y sobre todo mesura, ponderación, sindéresis, coherencia, pues creo que
esos arrebatos, serían muy comprensibles en un joven que recién estrena
ciudadanía, pero no en Usted, como concejal y egresado de una prestigiosa UNIVERSITAS, que le cubrió con los
delicados bálsamos del conocimiento, únicos para sanar las pestilencias del espíritu
humano que hoy nos abruman.
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